Hay una colina cerca y la llama. Ella siempre ha sido desafiada por un pico en ascenso y le encanta la escalada y la vista desde la cima.
“¿Vienes a explorarla conmigo? Le preguntó a la hija.
“¡Claro!”. Cualquier excusa para dejar la casa en cualquier momento y por cualquier motivo, se encuentra.
Ellas se dirigen hacia un viento esponjoso y pronto alcanzan el pico, un banco instalado convenientemente con vista al suburbio. Pero hay otro pico cerca llamando, así que allá van de nuevo.
Al llegar a él, miran hacia otro suburbio, hacia otro pico y deciden ir por otro desafío más. Sin un mapa, deben tener cuidado de no perderse en las calles sinuosas.
El viento se levanta y una fina lluvia fría acaricia su piel, se enrojece y la nariz empieza a gotear.
Presionan y continúan mirando hacia arriba para hallar su rumbo.
Siguen buscando.
“Levanto mis ojos a las montañas – de dónde viene mi ayuda?”
Uno de sus salmos favoritos. ¡Cuánto extraña ella esas montañas poderosas de los Andes que se elevan desde la ventana de su habitación a un océano de distancia! La mayoría de las veces envueltos en nubes, pero de vez en cuando las nubes se despejaban y ella podía ver esos picos, más atrás otros picos que se elevaban por encima de los primeros y ella sabía que los picos se elevarían aún más por encima de esos picos, donde el oxígeno es tan delgado y los labios se tornan azules y los glaciares permanecen fuertes y verdaderos.
“No dormirá el que te cuida; en verdad, no se adormecerá ni dormirá el que guarda a Israel…el Señor te protegerá de todo mal; El velará por tu vida; el Señor guardará tu salida y tu entrada desde ahora y para siempre.”
Vigilado, cuidado. El Creador de lo cielo y de la tierra, el que ve el mañana, el que todo lo ve, permanece fuerte y verdadero como los Andes, como las colinas que rodean su hogar.
Ella levanta sus ojos a las montañas.
Salmo 121.
Traducido por Martha Bringas