Lo que le da miedo a ella es conducir. Varias veces la ha dejado paralizada del temor. Esta ansiedad que la inmoviliza horas antes de estar al volante. Se imagina todo, cada giro que tiene que hacer, cualquier problema que pueda ocurrir y lo que hará para no chocarse.
Hay una intersección que la asusta justo afuera del edificio en el que vive. Los camiones que se acercan desde atrás, los autos apurados queriendo meterse en su carril, ella queriendo girar a la izquierda. Ella no toma esa intersección, demorándose al menos cinco minutos más para llegar a su destino todos los días. Es un pequeño sacrificio con tal de evitar la ansiedad y una siesta sin poder descansar por estar pensando en ese cruce. ¡Una locura!
Luego de unos pequeños choques en sus primeros tres años, no ha tenido ningún accidente en 7 años. Aun así, para que nada la tome desprevenida, siempre lleva consigo dinero extra. Una vez se chocó en frente de unos policías. Ellos con calma se acercaron, y al darse cuenta de que esta gringa sabe que aquí se solucionan las cosas de manera informal, la dejaron tranquila y se fueron a arreglar un asunto con un taxista dueño de un tico que tenía una leve abolladura. Ese óvalo tiene sus propias reglas; ¡han pasado diez años y sigue siendo incomprensible!
Las direccionales están de adorno, nunca las usan. La costumbre es meterse en el carril del otro y lo normal es estacionarse en donde quieras y cuando se te dé la gana. Las carreteras de un solo carril nunca son de un carril, ¿y los cruces peatonales? ¿Esas líneas cuidadosamente pintadas en la pista? ¡Te tocarán el claxon a cada rato si quieres detenerte para que alguien cruce!
Su esposo conduce todo peruanizado. Le encanta, le apasiona. Incluso maneja una moto en medio de todo ese alboroto. Su confianza marca una gran diferencia frente al temor de ella.
Faltaban muy pocos días para que la camioneta se venda. No quería irse sin haber enfrentado ese miedo. Lo haría. Basta de huir. Afrontaría esa intersección y aplastaría esa ansiedad de una vez por todas. Ella remplazó ese temor por fe. Fe en que Él está con ella; y si se accidenta, Él seguiría con ella. Lo logró. No una, sino tres veces. ¡Qué dulce es la victoria!
Ahora la camioneta ya está vendida. Da un suspiro de alivio. También se imagina que su Dios estará aliviado. Ella se pregunta cuántas veces Él habrá tomado ese timón, movido ese taxi un poco a la derecha, o puesto su mano para detener ese carro. Su cuidado la envuelve. Seguramente Él la ama demasiado. El miedo pierde su poder ante Su presencia.
Traducido por Renzo Farfán
Betty Manrique🌷 says
Hermoso Alison, gracias por tus enseñanzas, lo necesitaba.
alison.bury says
Amiga, tu eres una persona MUY valiente! Me has enseñado mucho! Una abrazo fuerte!