«¿Cuánto dinero tienes ahora mismo?», preguntó él mientras rebuscaba en su billetera con el ceño cubierto de frunces.
«No tengo nada, solo un billete de 20 dólares que guardo para alguna emergencia», contestó ella.
«Mmm, tendremos como 150 soles ($50) para una semana en Lima y les dejaremos a las chicas lo que sobre de lo que tenemos aquí para emergencias mientras estamos fuera».
Ella sintió un poco triste. Es un regalo poder irse de viaje, aunque sea por una conferencia; pero es una lástima que en Lima todo sea muy caro, incluso el transporte. No alcanzaría para nada más. Bueno, no hay problema. Van a estar bien.
El teléfono sonó. Un querido amigo de la iglesia llamaba para preguntar si estaban en casa. En una hora tendrían que tomar el bus.
Él bajo por las escalares desde el noveno piso para encontrarse con el amigo. Regresó con una sonrisa en el rostro, con el ceño más relajado.
«Nuestro Dios lo hizo de nuevo, ¿verdad?», preguntó ella, con regocijo en el corazón.
«¡Sí!».
«¿Qué pasó?», una voz dormilona provenía de una adolescente que acaba de despertar de su siesta.
«Nuestro amigo nos acaba de dar 500 soles ($175)», respondió él.
«¡Qué! ¿Es en serio? ¿Quién HACE eso?», exclamó sorprendida.
«Dios», dijo ella, llena de gozo y emoción. ¡Él sabía! Su fidelidad la envuelve, acercándola tiernamente a sus brazos. ¡Conozco tu corazón, hija mía! ¡Oh, cómo me conoce!
Esta no era la primera vez que este amigo especial “de la nada” desea tener este gesto con ellos. Cada vez que sucede, los milagros aún siguen asombrándola.
Una joven pareja con su bebé de un año se está preparando para viajar a Irak. La semana pasada predicó en la iglesia e irradiaba el lugar con su entusiasmo. Predicó sobre Lucas 10, cuando Jesús envía a los setenta y dos.
«¡Vayan!», dice. «No lleven nada de dinero, ni bolso de viaje, ni un par de sandalias». ¿Por qué? Porque Él se deleita en asombrar a los que van en su nombre y a sus hijas dormilonas. Ahora ellos se van con su fiel provisión que en todo momento es mucho más de lo que necesitan. Grande es su fidelidad.
Traducido por Sheila Lezcano Martinet