Ella encontró rápidamente un asiento antes que sus piernas cedieran debajo de ella. Los sollozos se atoraron en su garganta. No ahora. Por favor, Señor, no ahora.
Les acababan de informar que no podrían seguir usando la escuela como lugar de reunión los domingos. Su último servicio estaba por comenzar en media hora.
“Pero tú estás predicando tu ultimo sermón la próxima semana”, chilló ella.
“No te preocupes, todo va a salir bien, Dios tiene todo cubierto”, dijo él con una sonrisa frunciendo el ceño.
La fe se entremezcla con el temor. Cargada ya con demasiados cambios, ella hace la prueba a ver si este peso extra va a quebrarla, dejarla destrozada en el piso. No. Ella no se quebrará. Bueno, Señor, tú vas a tener que hacer tu aparición, eh? Confiaré en ti.
Aun así, es triste y lágrimas caen mientras ella agradecidamente dice adiós al lugar donde ellos han visto una pequeña iglesia ser plantada, con sus raíces creciendo y empezando a dar sus frutos. Donde han jugado “Pato Pato Ganso” con maravillosas caritas risueñas y la semana se ha compartido entre café y galletas. Donde se ha predicado la Palabra y cantado alabanzas, donde corazones se han levantado y sido transformados. Donde personas han pasado de muerte a vida y simbolizado ello a través de la inmersión en una piscina. Ella sabe que las cosas no dependen de un lugar.
Durante la semana, la fe batalla con el miedo. Ella se levanta una mañana con una canción en su cabeza, que levanta su corazón y el temor desaparece. Cantaré tu alabanza, no importa lo que pase.
Es sábado en la mañana y ellos visitan el hogar de amigos muy queridos y generosos, ofreciendo lo que tienen. El llega a casa con una pregunta en su corazón y desaparece para ir a chequear un lugar más.
“Ellos nos harán saber a las 4 pm,” dijo él. Cantaré tu alabanza, no importa lo que pase.
El regresa a casa a las 6 pm. Una sonrisa ha limpiado su ceño fruncido.
El lugar tiene todo lo necesario, incluso espacio para Pato Pato Ganso y café. Cantamos su alabanza juntos. Su presencia nos llena y se desborda en este nuevo lugar. El predicador predica por última vez. El lugar se llama “Casa de Angeles.”
Traducido por Martha Bringas