Apóyate en mí, hijita mía.
Ella encaja perfectamente bajo el brazo de su Padre, su cabeza descansando en el hombro de Él. Está segura.
Ella sigue caminando, pero ahora al ritmo de Él. Todavía se mantiene erguida, no se ha derrumbado. Aún está caminando, se mantiene en sintonía con El.
Es ahí donde ella lo vio. Su yugo. Envolviendo sus hombros. Su peso es liviano, pero, más aún, es seguro y le da comodidad, dirección y propósito.
No dejes de moverte, no te quedes quieta. Ella encontrará verdadero descanso para su alma mientras se apoya, en Su yugo, en Su hombro.
Es un reposo activo, con propósito, cuando ella logra mantenerse en movimiento, trabajando, levantándose de la cama cada día. Algunos días traerán más lucha que otros. Algunos días, se siente como si el peso del mundo descansara sobre sus hombros. Algunos días, ese peso descansa profundamente en su alma y siente que es imposible moverse.
Encuéntrame aquí, hijita mía, aquí mismo, ahora mismo.
Ella aprenderá mientras se apoya en los momentos “ahora mismo” del día. Ella seguirá moviéndose, Su hombro está ahí.
Y al mirar hacia atrás, mientras se mueve, ella verá algunos surcos, una tierra rota que llegará a ser fructífera. ¿Lo ves? Aquel apoyarse con propósito, ese yugo liviano del Padre cuando ella está cargada y cansada, producirán su fruto, solamente espera.
“Vengan a mí todos ustedes que están cansados y agobiados, y yo les daré descanso. Carguen con mi yugo y aprendan de mí, pues yo soy apacible y humilde de corazón, y encontrarán descanso para su alma. Porque mi yugo es suave y mi carga es liviana.» Mateo 11:28-30
Traducido por Martha Bringas