Los pinos permanecían erguidos y firmes, la tierra era como una alfombra bajo sus pies. Al respirar profundamente, el silencio se incorporaba a su alma mientras sus pulmones trataban de saciarse más y más del aire puro de las montañas. Un río fluía por la quebrada de abajo, libre, trayendo vida y verdor en su trayecto. ¿Hay algún sonido tan maravilloso como el fluir del agua?
Agua. En este lugar ella puede beber directamente del caño o de un manantial puro. Puede oír la lluvia caer en el techo por las noches, cruza un puente que cuelga sobre la creciente abundancia del caudal, siente el rocío del césped alto y calado alrededor de sus piernas. El olor a vida, fresca, húmeda y rebosante llena su corazón.
Ella vive en el desierto, lejos de este lugar. Una selva de cemento cubierta de polvo. El carro se lava y a los dos días está completamente sucio otra vez. Todos los días hay que pasarle el trapo a los cordeles para que las sábanas blancas no tengan marcas de suciedad. Hasta los árboles sienten el peso del polvo. Durante las raras veces que llueve, en pocos minutos las calles se convierten en un desbordante desastre ya que no hay por dónde el agua pueda fluir. Aunque ella bebe del filtro de agua, a menudo tiene que remover el calcio que se acumula en el hervidor.
Este lugar ha sido un refugio para ella y su familia. El cambio del desierto a un lugar donde las personas pueden descansar, respirar y vivir. Sus hijos han practicado rápel y ciclismo de montaña; han montado caballos, han paseado con libertad, han perseguido vicuñas, han pescado truchas, han recogido conos de pino y han dormido en carpas. Tantos recuerdos hermosos y memorables.
Esta será la ultima vez. La realidad trae nostalgia. Ella se despide. Siente cómo brotan sus lágrimas. Agua. Agua salada de gratitud lavando el dolor. Ella dejará que esas lágrimas saladas fluyan, de lo contrario terminará hecha un desbordante desastre. Este es el comienzo de muchas despedidas.
Traducido por Renzo Farfán